12/1/13

Cuernas, defectos o alteraciones / Genética o epigenética


La cuerna de los cérvidos es una estructura singular. Ningún otro grupo de mamíferos tiene la capacidad de regenerar apéndices óseos. Esta propiedad se debe a la existencia de grupos de células madre localizadas en el rodete de los pedículos. Merced al impulso químico de las hormonas sexuales se activa el crecimiento o se produce la lisis del tejido óseo ocasionando su caída.
 
 

El corzo presenta además una particularidad común a los ciervos de la familia Odocoileinae  consistente en la frecuente aparición de cuernas deformadas. En Estados Unidos se han denominado “Non Typical” a los ciervos de cola blanca que presentan deformidades. En el corzo no existe una denominación específica habiéndose utilizado denominaciones tales como cuernas anormales o defectuosas.

 

Con frecuencia se escuchan, o incluso se leen, debates entre cazadores sobre las causas de tales defectos. En muchas ocasiones he leído rotundas afirmaciones sobre un origen genético de tales cuernas y la conveniencia de practicar la denominada caza selectiva para “mejorar la raza”.


En realidad la causa de las cuernas anormales con múltiples puntas es siempre traumática. Algunos golpes, frecuentes por la agresividad de la especie, por la vida en el matorral o incluso por la utilización de comederos artificiales, ocasionan la activación del crecimiento en determinadas partes de la cuerna originando puntas accesorias. Es algo que está bien descrito en la bibliografía (1).

 

A algunos les despista que en sucesivas cuernas los corzos mantengan estas puntas e incluso que estas cuernas sean bastante simétricas, de modo que no sea muy raro encontrar corzos con 8 puntas en lugar de las 6 habituales.

Hay que decir que el patrón de 6 puntas es muy estable, como demuestra el registro fósil, y parece tener gran inercia a cambios heredables.
Por lo tanto ¿Cómo es posible que los corzos puedan tener cuernas con más de 6 puntas año tras año?

 

La explicación es la denominada Memoria trófica, término acuñado por Anthony Bubenik para explicar el caso (2). En esencia esta teoría mantiene que los golpes producen una alteración en los nervios que gestionan el crecimiento de la cuerna (el sistema nervioso además de las conocidas funciones sensitivas cumple con otra denominada trófica que regula el crecimiento, la forma y la nutrición de los tejidos) de modo que de alguna manera estos nervios recuerdan la forma de la cuerna alterada y son capaces de reproducirla en cuernas sucesivas, sin que haya otros traumas, e incluso inducen a un crecimiento especular en la cuerna no afectada.
Esto último es debido a la tendencia a la simetría en la organización de los tejidos en los vertebrados.

El término “memoria” no es quizás muy afortunado, algo que afirma el propio hijo de A. Bubenik y gran experto en cérvidos, el profesor George Bubenik, pero resulta muy orientativo del proceso.

Con los recientes avances en la genética molecular sabemos que la causa de las cuernas anormales no es genética sino que es epigenética (3). En realidad se estima que la genética determina no más del 15% de fenotipo.
 
 Flueck et al. 2012.
En definitiva es consecuencia de un factor ambiental (un golpe) que modifica la química de la envuelta de ADN de las células madre de la cuerna de modo que las nuevas estirpes de estas células acumulan esa modificación que acusan en la expresión de los genes con esas formas caprichosas de las cuernas y que hacen que de sobrevivir, año tras año, puedan aparecer cuernas alteradas… o no.

 
La epigenética tiene una influencia fundamental en la variación fenotípica encontrada en los cérvidos, que refleja el amplio rango de condiciones ambientales en los que estos animales desarrollan su biología. Los cérvidos proporcionan un caso único para la epigenética: la memoria de las heridas infligidas en la cuerna en crecimiento. (4).
Bibliografía

1.- Bubenik A B, Pavlansk R. Trophic responses to trauma in growing antlers.J Exp Zool 1965; 159: 289–302. doi:10.1002/jez.1401590302.
2.- Bubenik G.A. The role of the nervous system in the growth of antlers. En: Bubenik GA, Bubenik A.B, editors. Horns, pronghorns, and antlers. New York: Springer-Verlag; 1990. pp. 339–58.
3.- Vogt G, Huber M, Thiemann M, van den Boogaart G, Schmitz OJ, Schubart CD. Production of different phenotypes from the same genotype in the same environment by developmental  variation. J Exp Biol 2008.
4.- Flueck, W.T, Smith-Flueck, J.A. Intraspecific phenotypic variation in deer: the role of genetic and epigenetic processes. Animal Production Science: Review. 2012. Animal Production Science, Vol. 51 No. 4  277 - 291.