Ya sé que pulularon por otros lugares donde se marcharon de la noche a la mañana. También me consta que en los sitios citados no se quedaron todas las que se posaron inicialmente. Ni mucho menos. Pero se quedaron muchas y un servidor puede dar fe de que en el norte de Palencia y en Álava entraron muchas sordas y que además se quedaron para hacer las delicias de unos cazadores a los que les pintaban bastos desde hacía años. Luego, las de aquí, se repartieron y dan fe de ellas hasta en la dehesa española y portuguesa, cosa que no nos debiera de asombrar, pues hay años fenomenales para la becada en la dehesa extremeña, sin ir más lejos. Y, cuando piensen en las becadas, jamás se olviden de que las Baleares son fenomenales para esta especie.
La entrada en Galicia fue irregular y de nulo asiento, por eso hay versiones contradictorias que con el paso del tiempo se han sedimentado tirando a la baja, y en esta ocasión me voy a quedar con la afirmación de Tomás Pértega, un hombre de campo de Santa María de Mondoñedo (Lugo), quien al felicitarme las Navidades me dijo que había pocas becadas en toda Galicia y que tenían que entrar más. Me insistió en que me fuera para allá después de Navidad. Este año no me hace falta, a Dios gracias, pues insisto que en Álava y en el norte de Palencia hay tantas, que todavía no he descolgado el rifle para ir al jabalí en batida después de haber pagado la cuadrilla.
