Los vecinos de la zona no se sorprenden al oír hablar de este asunto. En este lugar de Vilagarcía, raro es el que no tiene un hermano, una hija o un sobrino que no se haya llevado alguna vez un susto al cruzarse con los jabalíes en la carretera. Hasta creen tener localizadas las pozas a las que, dicen, acuden a solaz estos porcos bravos, con los que se han acostumbrado a convivir a la fuerza. «Onte mesmo tapei uns buratos que fixeron nun camiño que hai aí detrás, porque se alguén vai despistado pode tropezar e facerse dano», dice Ana. Ella tiene su huerta cerrada y los muros mantienen a ralla a los intrusos.
En una casa próxima también hay una valla lo suficientemente contundente para evitar incursiones enemigas. Pero fuera del recinto, alejada de la vivienda, los propietarios trabajan una finca. El año pasado, los jabalíes les destrozaron la cosecha de maíz. Para intentar salvar parte del cereal, los dueños sembraron de linternas ornamentales «como as que hai no xardín» el terreno. Parece que, al menos durante unos días, consiguieron mantener alejados a los cerdos salvajes.
Pero en Bamio, como en la mayor parte de las zonas rurales gallegas, cada vez son menos las fincas que están trabajadas. Así que el impacto de los jabalíes es menor de lo que podría llegar a ser. «O malo é cando causan accidentes na estrada», reflexiona Moncha, otra vecina. Eso sí, quienes los sufren, los padecen con intensidad. Como el repartidor de leña que el lunes se quejaba, amargamente, de que estos animales le habían levantado una finca de patatas en Catoira.
En una casa próxima también hay una valla lo suficientemente contundente para evitar incursiones enemigas. Pero fuera del recinto, alejada de la vivienda, los propietarios trabajan una finca. El año pasado, los jabalíes les destrozaron la cosecha de maíz. Para intentar salvar parte del cereal, los dueños sembraron de linternas ornamentales «como as que hai no xardín» el terreno. Parece que, al menos durante unos días, consiguieron mantener alejados a los cerdos salvajes.
Pero en Bamio, como en la mayor parte de las zonas rurales gallegas, cada vez son menos las fincas que están trabajadas. Así que el impacto de los jabalíes es menor de lo que podría llegar a ser. «O malo é cando causan accidentes na estrada», reflexiona Moncha, otra vecina. Eso sí, quienes los sufren, los padecen con intensidad. Como el repartidor de leña que el lunes se quejaba, amargamente, de que estos animales le habían levantado una finca de patatas en Catoira.
FUENTE: LA VOZ DE GALICIA