El origen del problema está en los jóvenes. «Sus horarios de ocio son incompatbles con la caza», explica Manuel Martínez Casal, de la Sociedad de Caza de Portas. «Cuando nosotros salimos a cazar es cuando ellos llegan a casa», apostilla Francisco Couselo, presidente de la federación provincial.
La cinegética, señala Couselo -una de las pocas excepciones- suele transferirse de padres a hijos. Pero «la forma de divertitse ha cambiado», insiste, y destaca como otra razón fundamental el éxodo rural hacia las ciudades. La comarca del Deza, la del Baixo Miño y el concello de A Lama son las zonas que concentran un mayor número de sociedades de caza y de miembros de cada una. «En las ciudades hay más afición por la caza mayor porque, como van en grupos de entre 15 y 30 personas, no necesitan tener un perro, porque hay criadores para eso». En la menor, al ir de forma individual o de 5 en 5, sí.
La caída de las federaciones también se debe a la cantidad de mujeres, afirma el presidente de la federación, que se sacan la licencia de caza para no tener que entregar el arma de su padre o su marido cuando fallecen y poder quedársela como redcuerdo, pero que no practican la cinegética.
Los cazadores quisieron dejar bien claro, en cualquier caso, que ellos no son los responsables de la prolideración de trampas para ciclistas durante el otoño. Apelan al entendimiento y el diálogo para convivir en el monte con otros usuarios, y niegan que lleven la escopeta montada cuando se cruzan con otras personas.
FUENTE: LA VOZ DE GALICIA