28/10/13

Las batidas de jabalí fuera de temporada no reducen los daños en las cosechas

Los montes gallegos son sitio distinto. En el noroeste de la península, también en el norte de Portugal, la propiedad forestal es el resultado de procesos históricos que, desde el establecimiento de las tribus suevas, pasando por las revueltas irmandiñas y la desamortización de Mendizábal hasta nuestros días, permite afirmar que, sería raro no encontrar un solo gallego que no fuese propietario de una o varias parcelas de bosque cuya superficie puede fluctuar desde los 300 metros a las 300 hectáreas. Siendo lo habitual parcelas de 500 o 1000 metros. Existe además, por estos lares, una tipología de propiedad a medio camino entre la propiedad privada y la pública, los montes de mano común, que pertenecen para su gestión a aquellos vecinos de las aldeas cuyas chimeneas hagan humo gran parte del año.

Con este galimatías de propiedad, nos encontramos con millones de microparcelas cuya falta de rentabilidad impide su limpieza o desbroce y con un aprovechamiento social de la caza que no tiene relación necesariamente con la propiedad de la tierra. En estas condiciones, hacer una correcta gestión forestal o cinegética es muy difícil. Aquí opina y ejerce su voluntad cualquiera, o lo que quizás seguramente sea peor, todos.

Con cierta extrañeza, me advierten estos días algunos amigos que recurrentemente está viendo en la prensa manadas de jabalíes que asaltan la mismísima plaza del Obradoiro, día si, otro también. Se preguntan, estos conocidos, como puedo estar yo diciendo que la población está cayendo en un declive peligroso que está fomentado claramente por la administración, a quien para nuestra desgracia nunca les falta más de un "D. Tancredo cinegético" que le ayude. Para cometer esta felonía, que está trayendo la desgracia a las poblaciones de caza mayor en Galicia, no solamente podemos señalar a la administración que ha dado cancha libre a la política del tiro y ponte tieso. Lamento que entre algunos sectores de nuestro colectivo encuentren siempre los colaboradores necesarios para hacer batidas en época de cría donde, con seguridad, siempre se matan jabalinas nodrizas. Una cosa es hacer política en el despacho y otra muy distinta es no saber que la vieja jabalina, cuando salta a las posturas, siempre deja ocultos en la maleza a las crías de este año y a las hembras ya fértiles del año pasado que todavía la acompañan.

Al salir esta vieja matriarca y dejarse dibujar en los pocos claros de nuestras espesas selvas, entregará necesariamente su vida para salvar la de sus crías. Sabemos que, durante la quincena siguiente, se seguirán viendo por la zona a aquellos huérfanos primalones; ellos causarán daños recurrentes en los cultivos además de accidentes de tráfico. Mientras, las hembras jóvenes empezarán, ya sin el control que ejercía la difunta matriarca, a preñar y parir antes y a destiempo, a lo largo de todo el año. Esto ocurrirá en esa misma zona donde su vieja madre las dejó el día de aquella fatídica cacería por daños. Solo esto explica las parideras antinaturales que estamos encontrando en navidades, cuando antes no existían. Solo las cochinas viejas paren todavía en febrero. Esa, y no otra, es la explicación de porqué las batidas por daños tan tempranas consiguen hacer precisamente lo contrario de lo que en realidad debieran pretender, es decir; daño a los agricultores y daño a una especie cuya pirámide de población se está desequilibrando peligrosamente.

La opinión publicada de los agricultores es quizás la más sincera, para ellos sus daños son los más importantes del mundo. Cosa aparte son las practicas populistas que, en estos medios de comunicación hacen determinados sindicatos agrarios, no todos, y también algunos políticos locales que, desde su afán del medre electoral, llegan a afirmar y a calentar los ánimos con soflamas para pedir el exterminio de una especie.