“La Xunta no cuenta con ningún instrumento de gestión oficialmente aprobado para este humedal (en fase de elaboración)”, señala el informe del Seprona, para subrayar que con cada vaciado la Administración autónoma “ha vulnerado doblemente la normativa ambiental: por realizar actuaciones no planificadas y por no contar con dicho plan”.
En un documento de 22 páginas, la Guardia Civil achaca buena parte de la culpa del precario equilibrio que arrastra la albufera de Valdoviño a los sangrados artificiales que se consintieron para desaguar el lago, especialmente los ejecutados de 2007 a 2009, y que casi desecan un humedal catalogado por la comunidad internacional por las peculiaridades de su flora y fauna. Señalan directamente a la Dirección Xeral de Conservación da Natureza de la Consellería de Medio Ambiente como “la autoridad responsable” de gestionar este espacio y eximen de culpas al Ayuntamiento de Valdoviño “que carece de competencias ambientales”.
El documento que ha redactado el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Comandancia de A Coruña responde a la petición del juzgado ferrolano, que investiga si hubo un delito de daños durante el desborde de la laguna que del 12 de diciembre al 30 de enero anegó la carretera y el paseo marítimo y bloqueó la única pista de acceso a 17 fincas privadas con 14 viviendas y una treintena de vecinos.
El Seprona se remonta al Prestige para explicar los cambios que alteraron la dinámica de un lago que históricamente se nivelaba a través de un desagüe natural que serpenteaba por la playa hacia las rocas de A Percebelleira. Para cortarle el paso a la marea negra en 2002, la Xunta colocó una barrera de piedras que dos años después se retiró “de forma totalmente inadecuada”. Los investigadores exponen que de 2004 a 2008, el lago “ofreció un funcionamiento ecológico anómalo por las alteraciones en su ciclo hidrológico”. La situación se agravó durante los dos años siguientes cuando el Gobierno gallego consintió que las excavadoras partieran por la mitad la estrecha barrera de arena que separa el lago del mar para abrir un canal por el que se precipitó el agua en torrente.
En 2008, señalan, se produjo “un vaciado total y enérgico que destruyó 500 metros cuadrados del sistema dunar” y que condenó a la laguna a un “estado ecológico irregular”. El humedal se volvió a quedar prácticamente seco en 2009 tras una nueva chapuza medioambiental autorizada por la Consellería de Medio Rural y mal ejecutada —y pagada— por el Ayuntamiento de Valdoviño. En tres meses, el lago se sangró tres veces (26 de octubre, 20 de noviembre y 16 de diciembre de 2009) y el resultado fue tan desastroso que sublevó a los ecologistas y llegó al Parlamento gallego y a la UE a través de varias denuncias.
En 2010, y con los ambientalistas vigilando con lupa, la laguna no se tocó y a finales de 2011 se desbordó por completo ante la negativa de Medio Ambiente a intervenir en la zona. Durante mes y medio, la conselleria dejó que el humedal inundase el paseo pese a las quejas airadas de los vecinos afectados, y rectificó 49 días después para abrir una zanja inservible en la arena con maquinaria pesada.
Una ola solucionó el problema el 30 de enero abriendo un caño del lago al mar que acabó con el problema y sacó los colores a la Administración, que ya se había gastado una cantidad indeterminada de dinero público en una obra inútil. El Seprona también señala que el paseo marítimo se construyó por debajo de la cuota de inundación y Costas se plantea elevarlo.
FUENTE: EL PAIS